1. Aumento de superficies impermeables: Las políticas contra la expansión urbana a menudo promueven el desarrollo compacto y viviendas de mayor densidad para reducir la expansión urbana. Esto puede provocar un aumento de superficies impermeables como carreteras, edificios y estacionamientos. Las superficies impermeables evitan que el agua se infiltre en el suelo, lo que provoca un aumento de la escorrentía y una reducción de la recarga de aguas subterráneas. El aumento de la escorrentía transporta contaminantes como sedimentos, fertilizantes y productos químicos desde las zonas urbanas a los cuerpos de agua cercanos, lo que provoca la degradación de la calidad del agua.
2. Vegetación natural reducida: Para dar cabida al desarrollo de mayor densidad, las políticas contra la expansión urbana pueden priorizar el desarrollo en áreas previamente no desarrolladas, incluidos paisajes naturales y bosques. La pérdida de vegetación natural reduce la capacidad de la tierra para absorber y filtrar contaminantes provenientes de la escorrentía de aguas pluviales. Esto puede dar lugar a un aumento de la carga de sedimentos y nutrientes en las masas de agua, contribuyendo a la eutrofización y a los desequilibrios ecológicos.
3. Infraestructura sobrecargada: El rápido desarrollo y el crecimiento demográfico en áreas compactas pueden sobrecargar la infraestructura hídrica existente, como las plantas de tratamiento de aguas residuales y los sistemas de gestión de aguas pluviales. Cuando la infraestructura es inadecuada o está abrumada, las aguas residuales no tratadas o parcialmente tratadas y las aguas pluviales pueden liberarse en cuerpos de agua cercanos, lo que provoca contaminación y contaminación del agua.
4. Aumento del tráfico y la contaminación: El desarrollo de mayor densidad y el aumento de la densidad de población en áreas compactas pueden generar mayores volúmenes de tráfico y una mayor contaminación del aire. Los contaminantes de los vehículos, como los hidrocarburos, los óxidos de nitrógeno y las partículas, pueden depositarse en superficies impermeables y arrastrarse a los cuerpos de agua a través de la escorrentía de aguas pluviales, lo que contribuye al deterioro de la calidad del agua.
5. Impactos desproporcionados: Las políticas contra la expansión urbana pueden tener consecuencias no deseadas para las comunidades vulnerables. Por ejemplo, las viviendas de mayor densidad y los desarrollos compactos pueden conducir a la gentrificación y el desplazamiento de los residentes de bajos ingresos. Estas comunidades a menudo tienen acceso limitado a espacios verdes e infraestructura adecuada, lo que las hace más susceptibles a los impactos negativos de la degradación de la calidad del agua.
6. Flexibilidad limitada: Las políticas antiexpansión pueden crear patrones de desarrollo rígidos y limitar la capacidad de adaptarse a circunstancias cambiantes o necesidades locales. Esta inflexibilidad puede obstaculizar la implementación de prácticas de diseño urbano sensibles al agua y soluciones innovadoras de gestión de aguas pluviales que podrían mitigar los efectos negativos de la urbanización en la calidad del agua.
Para abordar estos posibles inconvenientes, es fundamental lograr un equilibrio entre las políticas contra la expansión urbana y la protección de la calidad del agua. Esto puede implicar la implementación de políticas y medidas complementarias, como infraestructura verde, técnicas de desarrollo de bajo impacto, regulaciones de gestión de aguas pluviales e iniciativas de conservación de tierras. Al considerar los impactos en la calidad del agua e incorporar prácticas sostenibles en la planificación del uso de la tierra, las comunidades pueden minimizar los efectos adversos de las políticas anti-expansión sobre los recursos hídricos.