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    El enemigo interior:cómo un asesino secuestró una de las relaciones más antiguas de la naturaleza
    En el ámbito de la naturaleza, las relaciones simbióticas a menudo se consideran faros de coexistencia armoniosa. Dos o más especies se unen y cada una ofrece algo de valor a la otra, creando una asociación mutuamente beneficiosa. Sin embargo, existe una rara e inquietante excepción a este principio:la castración parasitaria. Este inquietante fenómeno ocurre cuando una criatura secuestra una de las relaciones más antiguas de la naturaleza para lograr sus propios y siniestros objetivos.

    Conozca a Sacculina carcini, un percebe parásito que ataca a los cangrejos como anfitriones desprevenidos. Este maestro manipulador comienza su vida como una pequeña larva que nada libremente en el océano. Sin embargo, sus verdaderas intenciones se hacen evidentes una vez que encuentra una víctima de cangrejo adecuada. Con rápida precisión, la larva Sacculina se adhiere al cuerpo del cangrejo e inserta sus zarcillos en el tejido blando debajo del caparazón.

    Aquí es donde entra en juego la naturaleza insidiosa de Sacculina. Una vez dentro del cuerpo del cangrejo, el percebe parásito comienza a crecer, extendiendo sus zarcillos por todo el cuerpo del huésped como una red de raíces invasoras. Este crecimiento desencadena una serie de cambios profundos y horribles en la fisiología y el comportamiento del cangrejo.

    Uno de los efectos más llamativos es la castración del cangrejo macho. La Sacculina efectivamente vuelve infértil al cangrejo al alterar su sistema reproductivo. Los testículos del cangrejo comienzan a atrofiarse y su cuerpo empieza a adquirir características femeninas. Esta transformación es una manipulación cruel que sirve al propósito egoísta del parásito:asegurar que el cangrejo se convierta en un cuidador dedicado de la descendencia del parásito.

    En un giro paralelo del destino, las hembras de cangrejo experimentan una forma diferente de manipulación reproductiva. Los zarcillos de Sacculina alteran el equilibrio hormonal normal del huésped, lo que hace que la hembra del cangrejo se comporte como si estuviera cargando huevos. Se vuelve protectora y cariñosa, cuidando a los descendientes parásitos de Sacculina como si fueran suyos.

    Quizás el aspecto más inquietante de la castración parasitaria sea la complacencia del cangrejo huésped. A pesar de las profundas alteraciones en su cuerpo y comportamiento, el cangrejo no muestra signos de angustia o resistencia. Se convierte en un cautivo dócil, aparentemente inconsciente de la siniestra presencia del parásito en su interior. Los científicos creen que la Sacculina puede liberar sustancias químicas que alteran el sistema nervioso del cangrejo, induciendo un estado de sumisión.

    La castración parasitaria es un escalofriante recordatorio de que incluso en los reinos de la naturaleza, donde prevalecen la interconexión y la asociación, existen criaturas capaces de explotar y manipular estas mismas relaciones para sus propios fines malévolos. En un mundo de simbiosis impresionante, la Sacculina carcini emerge como una excepción oscura y aleccionadora, un parásito que secuestra

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