1. Baja precipitación: Tanto el Ártico como los desiertos reciben cantidades muy bajas de precipitación. El Ártico recibe menos de 200 mm de precipitación anualmente, mientras que muchos desiertos reciben aún menos. Esta baja precipitación hace que ambos entornos sean áridos.
2. Aire seco: El aire seco es una característica definitoria de los desiertos y el Ártico. El aire frío y seco en el Ártico inhibe la evaporación, haciendo que el medio ambiente se sienta más seco de lo que parece. Del mismo modo, los desiertos son conocidos por su baja humedad y aire seco.
3. Vegetación escasa: Ambos entornos se caracterizan por vegetación dispersa debido a la disponibilidad limitada de agua. En el Ártico, la vegetación está dominada por la tundra, que consiste en arbustos bajos, pastos y musgos. Los desiertos apoyan una variedad de plantas adaptadas, incluyendo cactus, suculentas y pastos resistentes.
4. Temperaturas extremas: Si bien las temperaturas extremas difieren entre el Ártico y los desiertos, ambas experimentan fluctuaciones significativas. El Ártico es conocido por sus largos y fríos inviernos y veranos cortos y fríos. Los desiertos, por otro lado, experimentan días extremadamente calurosos y noches geniales.
5. Adaptaciones únicas: Tanto los desiertos como el Ártico albergan especies únicas que se han adaptado para sobrevivir en estos entornos hostiles. En el Ártico, los animales como los osos polares, los zorros árticos y los renos han desarrollado pelos gruesos y capas de grasa para el aislamiento. Los animales desérticos, como los camellos y los zorros de Fennec, han desarrollado mecanismos para conservar el agua y resistir el calor extremo.
6. Permafrost: Aunque no es tan frecuente como en los desiertos, el permafrost es un factor significativo en el Ártico. Esta capa permanentemente congelada de la tierra limita el crecimiento de las plantas y puede verse interrumpida por el cambio climático.
En resumen: Si bien el Ártico es mucho más frío que un desierto, ambos son ambientes áridos con baja precipitación, aire seco, vegetación escasa y adaptaciones únicas entre sus habitantes. Ambos ecosistemas son altamente sensibles al cambio climático y requieren una conservación cuidadosa.