Esta afirmación es inexacta. Los arqueólogos generalmente no vuelven a enterrar sus excavaciones, sino que las preservan, las estudian más a fondo o las hacen accesibles al público. Por ejemplo, los artefactos excavados pueden llevarse a museos o instituciones de investigación para su análisis, exhibición o almacenamiento a largo plazo. Los propios sitios arqueológicos pueden conservarse, restaurarse o transformarse en parques históricos, museos al aire libre o sitios educativos para la participación pública y la preservación histórica.