En un ambiente desértico, el aire suele ser cálido y seco. La alta temperatura plantea un desafío para el cuerpo a la hora de disipar el calor de forma eficaz. Sin embargo, la baja humedad facilita la evaporación eficaz del sudor de la piel. Este efecto refrescante, combinado con los mecanismos termorreguladores naturales del cuerpo, permite a los humanos soportar temperaturas de hasta 40°C (104°F) en el desierto.
Por otro lado, los trópicos se caracterizan tanto por las altas temperaturas como por la alta humedad. Si bien la temperatura puede ser similar a la de un desierto, la alta humedad dificulta la evaporación del sudor. Esta evaporación alterada del sudor reduce la capacidad del cuerpo para enfriarse, lo que provoca estrés por calor. El cuerpo puede tener dificultades para mantener su temperatura interna, lo que provoca posibles enfermedades relacionadas con el calor e incluso la muerte en casos extremos.
Por lo tanto, si bien los 40°C pueden ser soportables en un desierto debido a la eficiente evaporación del sudor, pueden volverse letales en los trópicos debido a la alta humedad, que impide los mecanismos de enfriamiento y plantea mayores riesgos de enfermedades relacionadas con el calor.