La radiación solar del sol es absorbida por masas de agua como océanos, lagos, ríos, etc., y también por las superficies terrestres. Esta energía absorbida aumenta la energía cinética de las moléculas de agua, lo que hace que se muevan más rápido y se rompan los enlaces de hidrógeno que las mantienen unidas. Como resultado, las moléculas de agua se transforman de un estado líquido a un estado gaseoso, un proceso conocido como evaporación.
La energía necesaria para este cambio de fase, llamada calor latente de vaporización, proviene principalmente de la energía térmica del sol. Se necesita una cantidad considerable de energía para romper los enlaces intermoleculares de las moléculas de agua, y esta energía proviene de la energía radiante del sol.
Por lo tanto, la energía que impulsa la evaporación proviene en última instancia del sol. La evaporación es una parte crucial del ciclo del agua y de los sistemas climáticos, y su dependencia de la energía solar es esencial para el clima y los ecosistemas del planeta.