Cuando la madera está seca actúa como mal conductor de la electricidad debido a la baja concentración de electrones libres. Sin embargo, a medida que aumenta el contenido de humedad en la madera, aumenta la conductividad. El agua actúa como electrolito, permitiendo que los iones se muevan libremente y facilitando el flujo de corriente eléctrica.
El tipo de madera también influye en la determinación de su conductividad eléctrica. Algunas especies de madera, como el roble y el arce, son naturalmente más resistentes al paso de la corriente eléctrica que otras, como el pino y el abeto. Esto se atribuye a variaciones en la densidad y composición química de la madera.
Además, la presencia de impurezas, como minerales y sales, puede mejorar la conductividad de la madera. Estas impurezas proporcionan vías adicionales para el movimiento de la carga eléctrica.
Por lo tanto, aunque la madera suele considerarse un material no conductor, sí puede conducir la electricidad, especialmente en presencia de humedad o impurezas. Sin embargo, su baja conductividad eléctrica en comparación con los metales o electrolitos lo hace inadecuado para aplicaciones que requieren un alto flujo de corriente.