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El 23 de octubre de 2001, Apple lanzó el iPod, un reproductor multimedia portátil que prometía eclipsar el diseño tosco y la baja capacidad de almacenamiento de los reproductores de MP3 introducidos a mediados de la década de 1990.
El iPod presumía de la capacidad de "guardar 1.000 canciones en el bolsillo". Su formato de escucha personalizado revolucionó la forma en que consumimos música. Y con más de 400 millones de unidades vendidas desde su lanzamiento, no hay duda de que fue un éxito.
Sin embargo, dos décadas después, el panorama de la música digital continúa evolucionando rápidamente.
Un éxito de mercado
El iPod amplió la escucha más allá de las limitaciones del sistema estéreo doméstico, lo que permitió al usuario conectarse no solo a sus auriculares, sino también a la radio de su automóvil, su computadora en el trabajo o su sistema de alta fidelidad en el hogar. Hizo que fuera más fácil entrelazar estos espacios dispares en una sola banda sonora personalizada durante todo el día.
Hubo varias condiciones previas que llevaron al éxito del iPod. Por un lado, contribuyó al final de una era en la que la gente escuchaba colecciones de música relativamente fijas, como mixtapes o álbumes en su orden de ejecución. El iPod (y los reproductores de MP3 en general) normalizaron las colecciones aleatorias de pistas individuales.
Luego, durante la década de 1990, un algoritmo de codificación de MP3 desarrollado en el Instituto Fraunhofer de Alemania permitió relaciones de compresión de datos de audio sin precedentes. En términos simples, esto hizo que los archivos de música fueran mucho más pequeños que antes, aumentando enormemente la cantidad de música que se podía almacenar en un dispositivo.
Luego vinieron los servicios de intercambio de archivos punto a punto como Napster, Limewire y BitTorrent, lanzados en 1999, 2000 y 2001, respectivamente. Estos impulsaron la democratización de Internet para el usuario final (con Napster obteniendo 80 millones de usuarios en tres años). El resultado fue un panorama digital que cambiaba rápidamente, donde la piratería de música era moneda corriente.
La accesibilidad de la música cambió significativamente la relación entre el oyente y el músico. En 2003, Apple respondió a la crisis de la piratería musical lanzando su tienda iTunes, creando un modelo atractivo para el contenido protegido por derechos de autor.
Mientras tanto, el iPod siguió vendiéndose, año tras año. Fue diseñado para hacer una cosa, y lo hizo bien. Pero esto cambiaría alrededor de 2007 con el lanzamiento de los teléfonos inteligentes con pantalla táctil iPhone y Android.
Ordenador en tu bolsillo
El auge de los teléfonos inteligentes con pantalla táctil finalmente condujo a la caída del iPod. Curiosamente, la aplicación de música del iPhone original se llamaba "iPod".
Las funciones del iPod fueron esencialmente reapropiadas y absorbidas por el iPhone. El iPhone era un dispositivo flexible y multifuncional:un iPod, un teléfono y un comunicador de Internet, todo en uno:una computadora en el bolsillo.
Y al hacer que las herramientas de desarrollo para sus productos estuvieran disponibles de forma gratuita, Apple y Google permitieron que los desarrolladores externos crearan miles de aplicaciones para sus nuevas plataformas.
Fue un cambio de juego para la industria móvil. Y la futura línea de tabletas, como el iPad de Apple lanzado en 2010, continuó con esta tendencia. En 2011, las ventas de iPhone superaron a las de iPod, y en 2014 se suspendió el iPod Classic.
A diferencia del Apple Watch, que sirve como complemento de los teléfonos inteligentes, los dispositivos de un solo propósito, como el iPod Classic, ahora se consideran anticuados y obsoletos.
Transmisión de música y el papel de la web
A partir de este año, los dispositivos móviles son responsables del 54,8% del tráfico web en todo el mundo. Y aunque la piratería de música todavía existe, su influencia se ha reducido significativamente con la llegada de servicios de transmisión como Spotify y YouTube.
Estas plataformas han tenido un efecto profundo en la forma en que nos relacionamos con la música como oyentes activos y pasivos. Spotify admite un enfoque basado en la comunidad en línea para compartir música, con listas de reproducción seleccionadas.
En función de nuestros hábitos de escucha, utiliza nuestros datos de actividad y una variedad de técnicas de aprendizaje automático para generar recomendaciones automáticas para nosotros. Tanto Spotify como YouTube también han adoptado el contenido patrocinado, lo que aumenta la visibilidad de ciertos sellos discográficos y artistas.
Y si bien es posible que queramos pasar por alto las recomendaciones de música popular, especialmente para apoyar a las nuevas generaciones de músicos que carecen de visibilidad, la realidad es que nos enfrentamos a una cantidad de música con la que no podemos lidiar. Hasta febrero de este año, más de 60 000 pistas se subían a Spotify cada día.
¿Qué sigue?
La experiencia de escuchar música se volverá cada vez más inmersiva con el tiempo, y solo encontraremos más formas de integrarla sin problemas en nuestras vidas. Algunas señales de esto incluyen:
La creciente obsesión de Gen Z con plataformas como TikTok, que es una gran herramienta de promoción para los artistas que tienen la suerte de tener su pista adjunta a una tendencia viral
new interactive tools for music exploration, such as Radio Garden (which lets you tune into radio stations from across the globe), the Eternal Jukebox for Spotify and Instrudive
the use of wearables, such as Bose's audio sunglasses and bone-conduction headphones, which allow you to listen to music while interacting with the world rather than being closed off, and
the surge in virtual music performances during the COVID pandemic, which suggests virtual reality, augmented reality and mixed reality will become increasingly accepted as spaces for experiencing music performances.
The industry is also increasingly adopting immersive audio. Apple has incorporated Dolby Atmos 3D spatial audio into both its Logic Pro music production software and music on the iTunes store. With spatial audio capabilities, the listener can experience surround sound with the convenience of portable headphones.
As for algorithms, we can assume more sophisticated machine learning will emerge. In the future, it may recommend music based on our feelings. For example, MoodPlay is a music recommendation system that lets users explore music through mood-based filtering.
Some advanced listening devices even adapt to our physiology. The Australian-designed Nura headphones can pick up information about how a specific listener's ears respond to different sound frequencies. They purport to automatically adjust the sound to perfectly suit that listener.
Such technologies are taking "personalized listening" to a whole new level, and advances in this space are set to continue. If the digital music landscape has changed so rapidly within the past 20 years, we can only assume it will continue to change over the next two decades, too.