El proceso se puede resumir de la siguiente manera:
Los óxidos de azufre (SOx) y los óxidos de nitrógeno (NOx) se liberan en actividades industriales, centrales eléctricas y vehículos.
Estos contaminantes reaccionan con el oxígeno y el vapor de agua de la atmósfera para formar ácido sulfúrico (H2SO4) y ácido nítrico (HNO3).
El H2SO4 y el HNO3 se disuelven en el agua de lluvia, disminuyendo su pH y volviéndola ácida.
El pH de la lluvia normal ronda el 5,6, ligeramente ácido debido a la presencia de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera. La lluvia ácida tiene un pH inferior a 5,6 y, en casos graves, puede alcanzar un pH tan bajo como 4,3, que es comparable a la acidez del vinagre.
La lluvia ácida puede tener varios efectos perjudiciales para el medio ambiente y la salud humana:
Daña los bosques:la lluvia ácida puede dañar los árboles al dañar las hojas, reducir su capacidad de fotosíntesis y hacerlos más susceptibles a enfermedades y plagas.
Acidifica lagos y ríos:la lluvia ácida puede reducir el pH de los cuerpos de agua, volviéndolos ácidos. El agua ácida puede dañar la vida acuática, incluidos peces, plantas e insectos.
Erosiona edificios y monumentos:la lluvia ácida puede erosionar las superficies de edificios, monumentos y estatuas, especialmente aquellas hechas de piedra caliza o mármol.
Contribuye a problemas respiratorios:la lluvia ácida puede liberar pequeñas partículas al aire que pueden irritar los pulmones y exacerbar afecciones respiratorias como asma y bronquitis.
Para abordar el problema de la lluvia ácida, se han realizado esfuerzos para reducir las emisiones de óxidos de azufre y óxidos de nitrógeno mediante la implementación de regulaciones de contaminación más estrictas y la promoción del uso de fuentes de energía más limpias.