Sin embargo, ciertas enzimas extremófilas, que se encuentran en organismos adaptados a ambientes extremos, pueden exhibir actividad a temperaturas mucho más bajas, como condiciones bajo cero. Por ejemplo, algunas enzimas de organismos psicrófilos, que prosperan en ambientes fríos como regiones polares o respiraderos hidrotermales de aguas profundas, pueden funcionar de manera óptima a temperaturas tan bajas como -20°C (-4°F) o incluso menos.
Estas enzimas tienen adaptaciones que les permiten mantener su integridad estructural y actividad catalítica en condiciones de frío extremo.