El oxígeno se puede licuar enfriándolo hasta su punto de ebullición a -183 grados Celsius (-297,4 grados Fahrenheit) a presión atmosférica. La forma más eficiente de lograrlo es mediante el uso de un licuador criogénico, que utiliza una combinación de compresión, expansión e intercambio de calor para enfriar el oxígeno gaseoso hasta su forma líquida.