Un tomate es ácido. El pH de un tomate suele oscilar entre 4,0 y 4,5, que está por debajo del pH neutro de 7. Esto significa que los tomates tienen una mayor concentración de iones de hidrógeno (H+) en comparación con los iones de hidróxido (OH-), lo que los vuelve ácidos. La acidez del tomate se debe principalmente a la presencia de ácidos orgánicos como el ácido cítrico, el ácido málico y el ácido oxálico, entre otros. Estos ácidos contribuyen al sabor amargo de los tomates.