1. Registro fósil: Los fósiles que se encuentran en diferentes capas de roca proporcionan un registro histórico de la vida en la tierra. Las capas más antiguas contienen fósiles de organismos más simples, mientras que las capas más nuevas muestran organismos más complejos. Este cambio gradual en los fósiles a lo largo del tiempo sugiere fuertemente que la vida ha evolucionado.
2. Anatomía comparativa: La comparación de la anatomía de diferentes especies revela similitudes que apuntan a la ascendencia común. Por ejemplo, las estructuras esqueléticas de un brazo humano, un ala de murciélago y una aleta de ballenas son notablemente similares, a pesar de sus diferentes funciones. Estas estructuras homólogas sugieren que estos organismos comparten un antepasado común.
3. ADN y evidencia genética: El código genético (ADN) es un plan para la vida. La comparación de las secuencias de ADN de diferentes organismos puede mostrar cuán estrechamente relacionadas están. Por ejemplo, los humanos y los chimpancés comparten alrededor del 98% de su ADN, lo que indica un antepasado común reciente. Cuanto más cerca sea la similitud genética, más reciente es el antepasado compartido.