Además, nuestras propias suposiciones y prejuicios pueden influir en nuestras percepciones de la inteligencia animal. Es posible que tendemos a subestimar la inteligencia de animales que son diferentes a nosotros o con los que no interactuamos mucho. Sin embargo, existe amplia evidencia de que muchos animales son mucho más inteligentes de lo que podríamos pensar.
Por ejemplo, se ha demostrado que los chimpancés son capaces de utilizar herramientas, resolver problemas e incluso comprender el lenguaje humano. Los delfines y las ballenas tienen estructuras sociales y sistemas de comunicación complejos, y se sabe que participan en la caza cooperativa y la resolución de problemas. Los elefantes tienen una memoria excelente y son capaces de reconocer a los humanos individualmente. Incluso se ha demostrado que los cuervos son capaces de utilizar herramientas y resolver problemas.
Por supuesto, es posible que algunos animales no sean tan inteligentes como otros. Sin embargo, esto no significa que sean "tontos". Incluso los animales que parecen simples pueden tener sus propias formas únicas de inteligencia que no comprendemos del todo. Por ejemplo, las hormigas y las abejas pueden construir colonias complejas y trabajar juntas de manera muy organizada. Las arañas pueden construir redes intrincadas y usarlas para atrapar a sus presas. Incluso se ha demostrado que las bacterias son capaces de aprender y adaptarse a su entorno.
Para comprender verdaderamente la inteligencia animal, debemos tener la mente abierta y estar dispuestos a aprender de ellos. Esto puede implicar desafiar nuestras propias suposiciones y prejuicios y estar dispuestos a aceptar que los animales pueden ser más inteligentes de lo que pensamos.