Las avispas, famosas por sus potentes picaduras, poseen un arsenal de péptidos venenosos que sirven como mecanismo de defensa contra los depredadores y facilitan la inmovilización de sus presas. Estos péptidos se derivan de genes de veneno antiguos que inicialmente eran responsables de funciones no relacionadas con la producción de veneno.
Los genes del veneno en cuestión contienen elementos reguladores conocidos como elementos no codificantes ultraconservados (UCE). Estos UCE actúan como interruptores moleculares, controlando la expresión de genes del veneno y dictando el momento y la ubicación de la producción de péptidos. A lo largo de la evolución, las mutaciones y cambios dentro de las UCE han contribuido a la diversificación de los péptidos del veneno, lo que ha dado como resultado la impresionante variedad de compuestos defensivos que se observan en las avispas modernas.
El papel de las UCE en la configuración de la expresión genética del veneno no se limita sólo a las avispas, sino que también se ha observado en otras criaturas venenosas como las serpientes y los caracoles cono. Este mecanismo regulador conservado resalta la importancia de las UCE para facilitar la cooptación de genes y la posterior evolución de los sistemas de veneno en varias especies animales.
Además, el estudio revela cómo las modificaciones dentro de las regiones reguladoras pueden conducir a la evolución de nuevas funciones genéticas, más allá de las funciones originales de los genes. Esto ejemplifica el poder de los elementos reguladores para impulsar el cambio evolutivo y dar forma a la diversidad de la vida en la Tierra.
Comprender la interacción entre los elementos reguladores y la función genética tiene implicaciones que se extienden más allá de la evolución del veneno. Proporciona información valiosa sobre cómo surgen rasgos complejos y cómo los organismos se adaptan a entornos cambiantes. Al desentrañar los mecanismos subyacentes a la cooptación genética, los científicos obtienen una comprensión más profunda de los procesos que impulsan la innovación genética y, en última instancia, contribuyen a la notable biodiversidad que observamos en la naturaleza.