La evolución opera según el principio de supervivencia y reproducción diferenciales. En cualquier entorno determinado, los individuos que poseen rasgos que aumentan sus posibilidades de supervivencia y reproducción exitosa tendrán una mayor aptitud física en comparación con aquellos que no tienen esos rasgos. Esto puede variar dependiendo de las condiciones ecológicas y presiones selectivas presentes.
Por ejemplo, en un clima frío, las personas con pelaje grueso o capacidad de almacenar grasa pueden tener una mayor aptitud física, mientras que en un ambiente desértico, la capacidad de conservar agua o tolerar altas temperaturas podría ser más ventajosa.
De manera similar, el concepto de "igualdad de oportunidades" en términos de idoneidad también es relativo. La evolución ocurre a lo largo de generaciones y los resultados dependen de la interacción entre la variación genética, las condiciones ambientales y las presiones selectivas asociadas. La distribución de los rasgos de aptitud dentro de una población puede variar y ciertas combinaciones de rasgos pueden ser más o menos ventajosas en escenarios específicos.
También vale la pena señalar que la aptitud física se puede medir de varias maneras, incluida la supervivencia, la reproducción y la contribución genética general a las generaciones futuras. Diferentes estrategias y adaptaciones pueden conducir a diferentes resultados de aptitud física en diferentes contextos.
En resumen, la noción de "los más aptos para la vida" depende del contexto, y todas las especies han evolucionado y adaptado a sus respectivos entornos. La aptitud física varía entre individuos y especies según la interacción de rasgos genéticos, factores ecológicos y presiones selectivas.