Los roedores saltadores, como los jerbos y las ratas canguro, se han adaptado a sus movimientos de rebote de alta velocidad desarrollando largas patas traseras y huesos de los pies fuertes y alargados. Estas adaptaciones les proporcionan habilidades de salto excepcionales, lo que les permite cubrir grandes distancias en hábitats abiertos.
Sin embargo, el proceso evolutivo que impulsa estas adaptaciones esqueléticas a veces puede ir más allá del punto óptimo. A medida que los roedores saltarines continuaron evolucionando, el alargamiento de los huesos de sus pies se volvió excesivo, lo que llevó a una condición conocida como alargamiento metatarsiano. Este exceso de longitud del hueso comprometió la integridad estructural del pie, haciéndolo más susceptible a doblarse e incluso fracturarse bajo las altas tensiones del salto.
La estructura ósea exagerada en los roedores saltarines presenta una paradoja evolutiva. Si bien las adaptaciones iniciales proporcionaron importantes beneficios en términos de mayor movilidad, el alargamiento excesivo de los huesos del pie resultó perjudicial. Los metatarsianos alargados se convirtieron en un factor limitante en la evolución de los roedores saltadores, obstaculizando su capacidad para soportar las demandas de su estilo de vida especializado.
Este ejemplo resalta las complejidades y limitaciones de los procesos evolutivos. Si bien la selección natural generalmente conduce a adaptaciones ventajosas, puede haber casos en los que sobrepasar el nivel óptimo pueda resultar en estructuras que comprometan la aptitud general. El estudio de tales casos proporciona información sobre la naturaleza dinámica de la evolución y el acto de equilibrio entre adaptación y restricción.