El estudio, publicado en la revista Nature Microbiology, fue realizado por investigadores de la Universidad de California, Santa Bárbara (UCSB). El equipo analizó los genomas de cientos de bacterias marinas e identificó genes que codifican moléculas que se dirigen a las algas. Luego probaron la actividad de estas moléculas contra una variedad de especies de algas dañinas.
Los investigadores descubrieron que las moléculas bacterianas eran eficaces para inhibir el crecimiento de todas las especies de algas analizadas. En algunos casos, las moléculas detuvieron por completo el crecimiento de las algas. Las moléculas también hicieron que las algas produjeran menos toxinas.
Los investigadores creen que las moléculas bacterianas podrían usarse para desarrollar nuevas formas de controlar la proliferación de algas nocivas. Una posibilidad es utilizar las moléculas como biocidas para matar directamente las algas. Otra posibilidad es utilizar las moléculas para estimular el crecimiento de algas beneficiosas que compitan con las algas dañinas por los recursos.
El estudio proporciona nuevos conocimientos sobre las complejas interacciones entre las bacterias y las algas marinas. También sugiere que las bacterias marinas podrían desempeñar un papel importante en el control de la proliferación de algas nocivas.
"Este estudio muestra que las bacterias marinas producen una amplia gama de moléculas que se dirigen a las algas", dijo el autor principal, el Dr. Christopher Gobler, profesor de ecología marina en la UCSB. "Estas moléculas podrían utilizarse para desarrollar nuevas formas de controlar la proliferación de algas nocivas, que constituyen un importante problema medioambiental y económico".
La proliferación de algas nocivas es un problema global que está empeorando debido al cambio climático. Las floraciones pueden provocar la muerte de peces, intoxicación por mariscos y otros problemas ambientales y económicos. En 2018, por ejemplo, una proliferación de algas nocivas en el Golfo de México causó pérdidas estimadas en 22 millones de dólares a la industria pesquera.
El estudio fue financiado por la Fundación Nacional de Ciencias y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica.