Habituación: De manera similar a la adaptación, la habituación ocurre cuando el cerebro aprende a ignorar un olor repetitivo o inmutable. Por eso es posible que al cabo de un tiempo no notemos el olor de nuestro cubo de basura, aunque sea bastante fuerte.
Enmascaramiento: Ciertos olores pueden enmascarar o bloquear otros olores, impidiendo que el cerebro los detecte. Por eso es posible que no notemos el olor a humo si también olemos algo fuerte como el café.
Puerta sensorial: El cerebro también puede filtrar ciertos olores según su importancia o relevancia para la situación actual. Por ejemplo, es posible que no notemos el olor de las flores en un campo si estamos concentrados en una conversación con un amigo.
Fatiga olfativa: La exposición prolongada a un olor fuerte puede provocar fatiga olfativa, una pérdida temporal de la capacidad de oler ese olor. Esta es la razón por la que es posible que no podamos oler nuestro perfume después de usarlo durante mucho tiempo.