Tradicionalmente, el término "carne" se ha referido a la carne comestible de los animales. Sin embargo, a medida que los sustitutos de origen vegetal se han vuelto más sofisticados, imitando el sabor, la textura y el perfil nutricional de la carne, la necesidad de directrices claras se ha vuelto imperativa.
Los defensores de las alternativas a la carne de origen vegetal argumentan que a estos productos se les debería permitir utilizar el término "carne", ya que tienen un propósito similar y brindan una experiencia culinaria comparable. Sostienen que no se engaña a los consumidores siempre que un etiquetado claro indique el origen vegetal del producto.
Por otro lado, los opositores, que representan principalmente a la industria cárnica tradicional, afirman que el uso del término "carne" debería reservarse exclusivamente a los productos animales. Sostienen que permitir que los productos de origen vegetal sean etiquetados como carne podría confundir a los consumidores y socavar la identidad establecida de la carne convencional.
Varios organismos reguladores, incluido el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) y la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), han intentado abordar esta cuestión. En 2018, el USDA propuso una norma que establecería un estándar para etiquetar alternativas cárnicas de origen vegetal, diferenciándolas de los productos cárnicos tradicionales. Sin embargo, esta propuesta ha enfrentado desafíos legales y sigue sin resolverse.
El debate tiene implicaciones más allá de la nomenclatura. Se cruza con cuestiones como la protección del consumidor, la competencia leal y la naturaleza cambiante de la producción y el consumo de alimentos. A medida que la industria de la carne de origen vegetal continúa creciendo, la definición de "carne" se ha convertido en un campo de batalla fundamental, que da forma al futuro del panorama alimentario en los Estados Unidos.