Uno de los ejemplos más famosos de evolución convergente son las similitudes entre el lobo marsupial de Australia (Thylacinus cynocephalus) y el extinto tilacino (Thylacinus potens). Ambas especies eran carnívoros marsupiales que vivieron en Australia hasta el siglo XX. Aunque no tenían ninguna relación entre sí, las dos especies desarrollaron muchas similitudes en apariencia y comportamiento, incluido un cuerpo parecido al de un perro, una cola larga y una mandíbula especializada para matar presas.
Otro ejemplo muy conocido de evolución convergente son las similitudes entre el cactus y la planta suculenta. Ambas especies están adaptadas a vivir en climas cálidos y secos y han desarrollado estrategias similares para conservar el agua. Estos incluyen tener tallos gruesos y carnosos y una alta tolerancia a la sal.
La evolución convergente también puede ocurrir en especies que viven en ambientes muy diferentes. Por ejemplo, las alas de las aves, los murciélagos y los insectos son estructuras convergentes que han evolucionado de forma independiente en respuesta a la presión selectiva para volar.
La evolución convergente es un fenómeno fascinante que proporciona evidencia del poder de la selección natural. Muestra que los organismos que enfrentan desafíos ambientales similares pueden desarrollar soluciones similares, incluso si son muy diferentes entre sí.