Sin embargo, hace unos 2,6 millones de años, el Megalodon desapareció misteriosamente del registro fósil. Las razones de su extinción no se comprenden completamente, pero varios factores pueden haber contribuido, incluidos los cambios en el clima, la competencia de otros depredadores y una disminución en su suministro de alimentos.
Un descubrimiento reciente que ha arrojado luz sobre las posibles causas de la extinción del Megalodon es el hallazgo de dientes fosilizados de Megalodon con niveles inusualmente altos de mercurio. Esto sugiere que el Megalodon pudo haber sido envenenado por mercurio procedente de actividad volcánica u otras fuentes.
Además, el aumento de la temperatura del mar durante el Plioceno tardío y el Pleistoceno temprano puede haber contribuido a la desaparición del Megalodón. A medida que los océanos se calentaron, las especies de presa preferidas del Megalodon pueden haberse trasladado a aguas más frías, lo que obligó al Megalodon a adaptarse o encontrar nuevas fuentes de alimento.
La disminución del Megalodon también puede haber tenido un efecto en cascada en otras poblaciones de tiburones. Con la desaparición de este depredador superior, es posible que otras especies de tiburones hayan enfrentado menos competencia y hayan experimentado una explosión demográfica. Esto podría haber llevado a una mayor depredación de mamíferos marinos y otras especies de presa, alterando potencialmente los ecosistemas marinos.
La extinción del Megalodon sirve como recordatorio de que incluso los depredadores más poderosos y exitosos pueden ser vulnerables a los cambios en su entorno. También destaca la interconexión de los ecosistemas marinos y el potencial de los principales depredadores para desempeñar un papel crucial en el mantenimiento del equilibrio ecológico.