La temperatura del sol ha fascinado a los científicos durante siglos. Al principio, las estimaciones iban desde el mero calor hasta comparaciones con llamas terrestres.
A medida que nuestra comprensión se profundizó, la comunidad científica se dio cuenta de que el núcleo del Sol alberga un infierno abrasador donde reina la fusión nuclear. La instrumentación moderna y las observaciones innovadoras han refinado nuestro conocimiento, revelando las complejidades de sus gradientes y capas de temperatura. Entonces, ¿qué tan caliente es exactamente el sol?
Vamos a sumergirnos.
Imagínese el sol como un caldero cósmico de extremos. En el fondo, una implacable danza de fusión nuclear hace estragos, creando un infierno que alcanza la asombrosa cifra de 15 millones de grados Celsius (27 millones de grados Fahrenheit). Este corazón ardiente impulsa la luminosa existencia del sol.
Al viajar hacia arriba, la superficie visible del Sol, conocida como fotosfera, emerge como un reino relativamente más frío, donde las temperaturas oscilan entre 4.000 y 6.000 grados Kelvin. Esta capa luminosa es similar al suave calor de una fogata, proyectando su resplandor radiante por todo el cosmos.
Aquí es donde la energía generada en el núcleo llega a la superficie y se irradia como luz visible, haciendo de la fotosfera la "superficie" visible del sol que vemos desde la Tierra.
Sin embargo, el enigma del sol se profundiza cuando ascendemos más hacia su joya de la corona:la corona. Contra todas las expectativas, esta capa más externa alcanza más de un millón de grados Celsius (1,8 millones de grados Fahrenheit), una región de intensidad abrasadora. El contraste entre el calor abrasador de la corona y el frío comparativo de la fotosfera sigue siendo un enigma.
Es literalmente la estrella más caliente del sistema solar, pero no se puede simplemente usar un termómetro para determinar qué tan caliente está realmente. En lugar de ello, los científicos utilizan una serie de herramientas y métodos indirectos para resolver estas matemáticas candentes:
El sol genera su intenso calor mediante un proceso llamado fusión nuclear. En su núcleo ardiente, los átomos de hidrógeno chocan bajo inmensa presión y temperatura, fusionándose para formar átomos de helio.
Esta fusión libera una increíble cantidad de energía en forma de luz y calor. Las condiciones extremas del núcleo, con temperaturas que alcanzan alrededor de 15 millones de grados Celsius (27 millones de grados Fahrenheit), permiten que se produzcan estas reacciones nucleares.
La energía producida viaja hacia el exterior a través de las capas del sol y tarda millones de años en llegar a la superficie, o fotosfera, donde se libera en forma de luz solar. Esta incesante reacción de fusión, como un horno cósmico eterno, es lo que alimenta el brillo del sol y proporciona la energía que sustenta la vida de nuestro sistema solar.
Una de las cosas extrañas del espacio es que las cosas no siempre se ajustan a lo que parecería sentido común. Tomemos el sol, por ejemplo. Se podría pensar que su superficie estaría más caliente que su atmósfera exterior, ya que la superficie está más cerca del horno nuclear en el núcleo del sol. Después de todo, cuando estás sentado frente a una chimenea, hace más calor cuando te acercas a ella, ¿verdad?
Pero el sol no funciona de esa manera.
La fotosfera, como se llama la superficie solar, es bastante caliente:entre 6.700 y 11.000 grados Fahrenheit (3.700 a 6.200 grados Celsius). Pero cuanto más te alejas de la superficie del sol, más caliente parece volverse la atmósfera. En la corona del sol, la capa atmosférica más externa a unas 1.200 millas (2.100 km) de la superficie, la temperatura se eleva a unos asombrosos 900.000 grados Fahrenheit (500.000 grados Celsius).
Además del Sol, otras estrellas también exhiben este curioso patrón y, durante mucho tiempo, los científicos lucharon por descubrir por qué. Desarrollaron una hipótesis según la cual las ondas magnetohidrodinámicas (MHD) distribuyen energía desde debajo de la fotosfera directamente hasta la corona, casi como un tren expreso sin paradas locales.
En 2013, investigadores británicos utilizaron avances en la tecnología de imágenes para examinar la cromosfera, la capa entre la fotosfera y la corona solar, y de hecho examinaron las ondas MHD. Sus cálculos confirmaron que las ondas podrían ser las encargadas de transportar energía a la corona y calentar esa capa.
"Nuestras observaciones nos han permitido estimar la cantidad de energía transportada por las ondas magnéticas, y estas estimaciones revelan que la energía de las ondas cumple con los requisitos energéticos para el inexplicable aumento de temperatura en la corona", dijo Richard Morton, científico del Reino Unido. s Universidad de Northumbria, explicó al anunciar el descubrimiento.
La Parker Solar Probe es una nave espacial pionera de la NASA diseñada para aventurarse más cerca del sol que cualquier misión anterior [fuente:NASA]. Lanzado en agosto de 2018, su misión es estudiar la atmósfera exterior del Sol (la corona) y obtener información sobre el viento solar, una corriente continua de partículas cargadas que emanan de la estrella masiva.
La sonda, que lleva el nombre del físico solar Eugene Parker, emplea tecnología de vanguardia para resistir el calor y la radiación extremos cerca del sol. Su objetivo es responder preguntas críticas sobre la naturaleza de los vientos solares, cómo se aceleran y por qué la corona es mucho más caliente que la superficie del sol.
Este artículo fue actualizado junto con tecnología de inteligencia artificial, luego verificado y editado por un editor de HowStuffWorks.
El sol tiene tornados y son incluso más calientes que el resto de la atmósfera; uno observado por la NASA en 2015 tenía una temperatura de 5 millones de grados Fahrenheit (2,78 millones de grados Celsius). En marzo de 2023, los astrofotógrafos capturaron imágenes de un tornado solar sin precedentes que persistió durante tres días. Este peculiar fenómeno midió "14 Tierras de altura" o unos 178.000 km (110.604 millas).