La forma más directa en que una onda sonora podría matar a una persona es causando daño físico a los órganos internos del cuerpo. Es más probable que esto ocurra en los pulmones, donde los alvéolos pueden dañarse por una vibración excesiva y provocar insuficiencia respiratoria.
El umbral de dolor para el oído humano medio es de unos 120 decibeles (dB). Una onda sonora de unos 150 dB puede provocar daños auditivos permanentes. Más allá de este nivel, los efectos del sonido en el cuerpo se vuelven cada vez más graves. Alrededor de 180 dB, la onda sonora puede empezar a causar dolor físico, y alrededor de 200 dB, puede causar daños a órganos internos e incluso la muerte.
Es importante tener en cuenta que estos son niveles de sonido extremos y que es poco probable que la mayoría de las personas encuentren ondas sonoras que se acerquen siquiera a este volumen. Sin embargo, hay determinadas situaciones en las que pueden producirse altos niveles de sonido, como en lugares de trabajo industriales o durante actuaciones de música en directo. En estas situaciones, es importante tomar precauciones para protegerse de los efectos nocivos del sonido.