Las plantas son organismos autotróficos, lo que significa que generan una fuente de energía de carbono a partir de componentes inorgánicos. Han adaptado la capacidad de utilizar la luz solar, el agua y el dióxido de carbono atmosférico para generar energía para el mantenimiento y el crecimiento celular.
Agua
El oxígeno que respiramos proviene de la fotosíntesis llevada a cabo por las plantas. Mediante el uso de la luz solar y el dióxido de carbono, el oxígeno unido a las moléculas de agua se libera a la atmósfera. Durante el proceso fotosintético, los electrones se eliminan de la molécula de agua, que es como el oxígeno se separa del hidrógeno.
Luz solar
Las plantas pueden convertir la energía térmica de la luz solar en una útil, energía libre de químicos que impulsa el proceso fotosintético. Sin luz solar adecuada, las plantas no podrían realizar fotosíntesis y no se liberaría oxígeno a la atmósfera.
Calor
La actividad biológica disminuye a medida que las temperaturas disminuyen. Las funciones celulares requeridas para la fotosíntesis disminuyen a medida que el aire se enfría, lo que ralentiza el crecimiento. Además, el aire frío generalmente contiene menos humedad, lo que puede provocar la pérdida de agua de las superficies de las hojas y también puede causar que porciones de agua dentro de la planta se congelen.
Suelo
Las plantas requieren más que solo una fuente de carbono utilizable para mantener su estructura y aumentar su potencial de crecimiento. A través de sus sistemas de raíces, pueden obtener nutrientes como nitrógeno, fósforo, calcio y magnesio del suelo. Además, el suelo sirve para estabilizar las plantas y evitar que se caigan.
Fertilizante
Los fertilizantes se aplican con frecuencia para estimular el crecimiento de las plantas. Ciertos nutrientes, como el nitrógeno y el fósforo, a menudo tienen un suministro limitado, lo que puede inhibir el crecimiento de las plantas. Por lo tanto, los fertilizantes dan a las plantas un impulso de crecimiento adicional.