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    Por qué aumentar la producción de gas de esquisto no reducirá las emisiones de efecto invernadero
    Si bien el gas natural se quema de manera más limpia que otros combustibles fósiles, aumentar su producción en Estados Unidos no reducirá significativamente las emisiones generales sin políticas climáticas nacionales más estrictas:

    Las fugas de metano, un gas de efecto invernadero muy potente, durante la producción y el transporte de gas natural pueden contrarrestar algunos de los beneficios climáticos del cambio del carbón al gas. Algunos estudios sugieren que las emisiones del ciclo de vida del gas de esquisto pueden ser similares o incluso mayores que las del carbón, dependiendo de las tasas de fuga.

    La sustitución del carbón por gas para la generación de energía ha sido el principal impulsor de la reducción de emisiones en Estados Unidos en los últimos años. Sin embargo, el ritmo de esta sustitución se está desacelerando a medida que las retiradas de carbón se estabilizan y la energía renovable se vuelve cada vez más competitiva. Continuar con esta tendencia requerirá políticas más sólidas que prioricen las fuentes de energía bajas en carbono sobre los combustibles fósiles.

    El aumento de la producción de gas también puede conducir a una mayor demanda de energía, lo que podría compensar el ahorro de emisiones. Si el gas natural se considera una fuente de energía barata y abundante, podría desalentar la inversión en tecnologías bajas en carbono y prolongar el uso de combustibles fósiles.

    Algunos argumentan que el aumento de la producción nacional de gas puede desplazar las importaciones, reduciendo las emisiones asociadas con el transporte y la licuefacción del GNL. Sin embargo, esto supone que el gas exportado se habría consumido de forma igualmente intensiva en carbono. En realidad, gran parte del gas exportado probablemente se utilizaría en países que tienen políticas climáticas menos estrictas que Estados Unidos.

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