El uro (Bos primigenius) era una especie de ganado salvaje de gran tamaño que habitaba diversas partes de Europa, Asia y el norte de África. Su presencia en el Sahara sugiere que la región tenía pastizales y bosques abiertos capaces de sustentar grandes herbívoros. Los uros pastaban y requerían cantidades sustanciales de vegetación para su sustento, lo que indica un paisaje relativamente bien vegetado.
Los rinocerontes, en particular especies como el rinoceronte negro (Diceros bicornis) y el rinoceronte blanco (Ceratotherium simum), también estuvieron presentes en el Sahara durante ciertos períodos. Estos animales prefieren hábitats de llanuras cubiertas de hierba y sabanas con vegetación densa para ramonear. Su existencia en el Sahara refuerza aún más la idea de un entorno verde con abundante vida vegetal.
La presencia de fósiles de uros y rinocerontes, junto con otras pruebas como registros de polen y estudios geológicos, ayuda a los científicos a reconstruir el clima y los ecosistemas pasados del Sahara. Estos hallazgos indican que el Sahara experimentó cambios climáticos significativos a lo largo del tiempo, transformándose de una región húmeda y con vegetación al vasto desierto que es hoy.