Islandia no es la punta de un continente hundido, sino que se encuentra en la cordillera del Atlántico Medio, donde la actividad volcánica se formó y continúa dando forma a la isla. Como parte del límite de las placas tectónicas de Eurasia y América del Norte, Islandia se extiende a ambos lados de estos dos márgenes de placas, lo que resulta en una importante actividad geológica.