Una variedad de árboles, incluidos cipreses, arces, pinos, álamos y secuoyas, produjeron grandes cantidades de resina que, durante millones de años, se fosilizó en ámbar.
Estos árboles productores de resina fueron particularmente abundantes durante este período, y sus resinas a menudo eran enterradas bajo tierra, donde se conservaban con el tiempo.
Además, el clima durante el período Cretácico era generalmente más cálido y húmedo que el actual, lo que creó las condiciones ideales para la formación del ámbar.