Los arqueólogos han descubierto numerosos fragmentos de cerámica conocidos como "ollas de cocina" o "tinajas de almacenamiento" en las ruinas de Jerusalén. Estas ollas se usaban comúnmente en los hogares para almacenar y cocinar alimentos. Sin embargo, los fragmentos recuperados de la capa de destrucción, que datan del asedio babilónico, muestran signos reveladores de exposición al calor extremo.
Algunos de los tiestos exhiben un fenómeno llamado vitrificación, donde la arcilla de la cerámica se derrite y funde debido al intenso calor. La alta temperatura hace que la arcilla sufra cambios químicos, lo que da como resultado una apariencia vítrea o cerámica. Los tiestos vitrificados se encuentran a menudo en zonas de conflagración extrema, como las ruinas de edificios antiguos destruidos por el fuego.
Además, muchos de los fragmentos de cerámica presentan enturbiamiento por el fuego, lo que se refiere a la decoloración y enturbiamiento del esmalte o la superficie de la cerámica debido a la fluctuación de temperatura durante el calentamiento. Este efecto crea una apariencia nebulosa, lechosa o iridiscente en la cerámica, lo que indica que fue sometida a altas temperaturas.
La presencia de fragmentos de cerámica vitrificada y nublados por el fuego confirma el relato de la destrucción de Jerusalén, tal como lo relata la narración bíblica. La evidencia generalizada de intensos incendios sugiere que el ejército babilónico probablemente prendió fuego a la ciudad, lo que provocó la destrucción de edificios, viviendas y daños importantes a la infraestructura de la antigua Jerusalén.
El análisis de estos fragmentos de cerámica proporciona evidencia tangible del devastador evento que ocurrió en 586 a. C. y ofrece una idea de la magnitud de la destrucción que sufrió Jerusalén durante el asedio babilónico.