El viento, una de las formas más evidentes de fenómenos meteorológicos, es impulsado en última instancia por la energía extraída del sol. Así es como la energía solar da origen al viento:
Calentamiento solar:la energía radiante del sol llega a la atmósfera terrestre y calienta principalmente la superficie terrestre. En comparación con el agua, la tierra absorbe calor más rápidamente. Este calentamiento diferencial crea diferencias de temperatura entre masas terrestres y masas de agua.
Variaciones de temperatura:a medida que la tierra y los cuerpos de agua alcanzan diferentes temperaturas, el aire sobre ellos también experimenta temperaturas variables. El aire caliente se vuelve menos denso que el aire frío, lo que hace que se eleve. Este movimiento vertical del aire forma lo que comúnmente llamamos corrientes de convección.
Diferencias de presión:el aire cálido que se eleva crea regiones de baja presión atmosférica, mientras que el aire frío, más denso, se hunde y genera áreas de alta presión atmosférica. El aire tiende naturalmente a fluir desde las regiones de alta presión hacia las regiones de baja presión, buscando el equilibrio. Este movimiento del aire es lo que percibimos como viento.
Circulación global:la rotación de la Tierra también influye en los patrones del viento a escala global. El efecto Coriolis, resultante del giro de la Tierra, desvía la dirección del viento predominante, dando lugar a los patrones característicos de viento del este y del oeste observados en diferentes partes del mundo.
En última instancia, la energía que impulsa estos patrones de viento se origina en la energía radiante del sol. Sin calefacción solar no habría variaciones de temperatura, ni movimiento de aire y, en consecuencia, no habría viento. Por lo tanto, se puede concluir que el viento es de hecho una manifestación de la energía solar que actúa dentro de la atmósfera terrestre.