Potencial a cinético: Inicialmente, la pelota se sostiene a cierta altura, dándole energía potencial debido a su posición. Cuando comienza a rodar hacia abajo, esta energía potencial se convierte en energía cinética, la energía del movimiento.
Fricción: A medida que la pelota rueda, experimenta fricción con la superficie sobre la que se mueve. Esta fricción se opone a su movimiento y convierte parte de su energía cinética en energía térmica, lo que hace que la pelota disminuya su velocidad.
Colisión: Si la pelota encuentra obstáculos o choca con otros objetos, su energía cinética puede transferirse a esos objetos, provocando que se muevan o se deformen. En algunos casos, la energía cinética de la pelota también se puede convertir en energía sonora si la colisión produce un sonido.
Deformación: La propia bola puede experimentar cierta deformación al rodar. Esta deformación requiere energía, por lo que parte de la energía cinética se utiliza para superar la resistencia del material a la deformación.
Rotacional y Traslacional: El movimiento de rodadura de la pelota implica tanto energía de rotación (girando alrededor de su propio eje) como energía de traslación (moviéndose hacia adelante o hacia atrás). A medida que la pelota rueda, hay una conversión continua entre estos dos tipos de energía, dependiendo de las condiciones de la superficie y del diseño de la pelota.
En resumen, la bola que rueda sufre conversiones de energía entre energía potencial y cinética, cinética y calor, cinética y potencial (si rueda cuesta arriba), cinética y sonido (en colisiones) y energía cinética y de deformación. Las conversiones específicas dependen del entorno y de las interacciones que experimenta la pelota durante su movimiento de rodadura.