Estas son algunas de las conclusiones clave del estudio:
Pérdidas de empleo y perturbaciones económicas: El cierre de las centrales eléctricas de carbón provoca importantes pérdidas de empleo en la zona. Estas pérdidas de empleos se extienden por toda la comunidad y afectan no solo a los trabajadores de las centrales eléctricas sino también a las empresas que dependen de la central eléctrica para su actividad económica. El estudio encontró que por cada 100 puestos de trabajo perdidos en la planta de energía, la comunidad en general experimentó 76 pérdidas de empleo adicionales.
Desajuste de habilidades y barreras para el nuevo empleo: A muchos trabajadores de centrales eléctricas alimentadas con carbón les resulta difícil hacer la transición a nuevos empleos porque sus habilidades suelen ser específicas de la industria energética. Este desajuste de habilidades, combinado con la discriminación por edad y las limitadas oportunidades laborales en las áreas regionales, exacerba aún más los desafíos laborales que enfrentan estos trabajadores.
Impactos en la salud física y mental: La pérdida de empleo y el estrés económico relacionado pueden tener un impacto significativo en la salud física y mental de los trabajadores y sus familias. El estudio encontró que los trabajadores de las centrales eléctricas que perdieron sus trabajos tenían más probabilidades de sufrir obesidad, abuso de alcohol, problemas de salud mental y rupturas de relaciones.
Consecuencias económicas a largo plazo: El estudio destaca las consecuencias económicas a largo plazo del cierre de centrales eléctricas alimentadas con carbón, particularmente para las comunidades regionales. Con menos oportunidades de trabajo y una actividad económica reducida, estas comunidades a menudo experimentan una disminución de la población, los precios de la vivienda y la resiliencia económica general.
El estudio concluye que la transición desde la generación de energía a carbón debe gestionarse cuidadosamente para mitigar los impactos adversos en los trabajadores y las comunidades. Esto incluye brindar apoyo adecuado para oportunidades de reciclaje y mejora de habilidades, asistencia financiera para los trabajadores afectados e inversiones específicas en comunidades regionales para diversificar el desarrollo económico. Al abordar estos desafíos de manera proactiva, los formuladores de políticas pueden garantizar una transición justa y sostenible hacia un futuro con bajas emisiones de carbono.