Esta ley, propuesta por primera vez por Antoine Lavoisier a fines del siglo XVIII, afirma que en un sistema cerrado, la masa total de los reactivos antes de una reacción química debe igualar la masa total de los productos después de la reacción. Dado que los átomos son los componentes básicos fundamentales de la materia, esto implica que los átomos en sí mismos no se crean ni destruyen, sino que simplemente se reorganizan durante una reacción química.