En los sólidos, las partículas están estrechamente empaquetadas y unidas por fuertes fuerzas intermoleculares, como enlaces covalentes o enlaces iónicos. Estas fuerzas crean una estructura rígida que impide que las partículas se muevan libremente unas sobre otras. Como resultado, los sólidos mantienen una forma y un volumen definidos y no fluyen.
Por el contrario, los fluidos están compuestos de partículas que están relativamente alejadas y débilmente unidas por fuerzas intermoleculares como las fuerzas de van der Waals o los enlaces de hidrógeno. Estas fuerzas permiten que las partículas se muevan libremente y se deslicen entre sí, lo que permite que los fluidos tomen la forma de su recipiente y exhiban fluidez.
Por tanto, la incapacidad de los sólidos para fluir debido a sus fuertes fuerzas intermoleculares los distingue de los fluidos. Los sólidos mantienen una forma y un volumen fijos, mientras que los fluidos se adaptan a la forma de su recipiente y fluyen fácilmente.