Cuando dos átomos con electronegatividades casi iguales se juntan, los electrones de sus capas externas son atraídos por ambos núcleos casi por igual. Esta atracción conduce a la formación de un par de electrones que reside en el espacio entre los dos núcleos, formando un enlace covalente.
Un ejemplo clásico de enlace covalente no polar es el enlace formado entre dos átomos de hidrógeno (H-H). Ambos átomos de hidrógeno tienen el mismo valor de electronegatividad de 2,2. Cuando se unen, sus electrones se comparten por igual entre los dos núcleos. Cada átomo de hidrógeno aporta un electrón al par compartido, lo que da como resultado una distribución simétrica de la densidad electrónica alrededor de ambos núcleos. Esta distribución uniforme de electrones crea un enlace covalente no polar.
De manera similar, en moléculas como el metano (CH₄) o el dióxido de carbono (CO₂), el átomo de carbono, que tiene una electronegatividad ligeramente mayor que el hidrógeno y el oxígeno, comparte electrones con los átomos circundantes de forma casi simétrica. Este intercambio equilibrado da como resultado enlaces covalentes no polares.
En resumen, los enlaces covalentes no polares resultan del intercambio equitativo de electrones entre átomos con electronegatividades similares. Este intercambio equitativo crea una distribución simétrica de la densidad de electrones y da lugar a moléculas con una distribución general de carga neutra.