El dióxido de carbono también se convierte en líquido mediante el proceso de compresión y enfriamiento del gas. Este proceso se conoce comúnmente como licuefacción del dióxido de carbono. En este método, el dióxido de carbono (CO2) se comprime a alta presión, normalmente varias atmósferas, para aumentar su densidad y reducir su volumen. Posteriormente, el gas dióxido de carbono comprimido se enfría mediante diversas técnicas como intercambio de calor, refrigeración o expansión. Al reducir la temperatura, el gas CO2 alcanza su punto de condensación, en el que pasa a estado líquido.
El propósito principal de convertir dióxido de carbono en líquido es el transporte, el almacenamiento y los usos industriales. El dióxido de carbono líquido tiene una densidad mayor en comparación con su forma gaseosa, lo que facilita su transporte y almacenamiento. También se utiliza comúnmente como agente refrescante en sistemas de refrigeración, en la producción de bebidas carbonatadas, como gas inerte durante la soldadura, en extintores y en diversos procesos químicos. Además, el CO2 líquido se puede utilizar en la industria alimentaria para congelar, enfriar y conservar.