En el corazón de este fenómeno se encuentra una proteína llamada actina. La actina es una proteína citoesquelética que se encuentra en todas las células eucariotas, incluidas las de las mariposas y otros insectos. En las células de las alas de estos insectos, los filamentos de actina forman una red de conjuntos paralelos y repetidos que actúan como una rejilla de difracción.
Cuando la luz incide en la superficie del ala, encuentra estas rejillas de difracción basadas en actina. Las ondas de luz son difractadas o dispersadas por la separación regular de los filamentos de actina. Dependiendo de la distancia entre los filamentos se refuerzan o anulan selectivamente diferentes longitudes de onda de luz. Este proceso da como resultado los colores vibrantes que percibimos en las alas de las mariposas.
La disposición precisa de los filamentos de actina en la rejilla de difracción determina los colores específicos que reflejan o transmiten las alas. Las variaciones en el espaciado y la orientación de los filamentos dan lugar a la diversa gama de colores que se observan en las diferentes especies de mariposas.
El papel de la actina en la coloración de las alas no se limita únicamente a las mariposas. Otros insectos, como polillas, escarabajos y libélulas, también utilizan rejillas de difracción basadas en actina para generar sus impresionantes colores. Este fenómeno natural resalta la notable complejidad y diversidad de los sistemas biológicos y la intrincada interacción entre las proteínas, la luz y las disposiciones estructurales para producir esplendor visual en el reino animal.