Los cráteres de la Luna apenas cambian porque no hay procesos significativos de meteorización o erosión como en la Tierra. La Luna carece de atmósfera, lo que previene la erosión eólica, y tiene una actividad tectónica mínima. La Luna también está sujeta a un ambiente muy seco y frío, lo que inhibe la meteorización química. Como resultado, los cráteres formados por impactos en la Luna pueden permanecer prácticamente sin cambios durante miles de millones de años.