El primer Júpiter caliente fue descubierto en 1995, orbitando alrededor de la estrella 51 Pegasi. Desde entonces, se han descubierto más de cien otros Júpiter calientes. La mayoría de los Júpiter calientes se encuentran orbitando estrellas de tipos espectrales F, G y K, que son más calientes y masivas que el Sol.
Se cree que los Júpiter calientes se forman en las regiones exteriores de sus sistemas planetarios y luego migran hacia el interior, hacia sus estrellas anfitrionas. Esta migración probablemente sea causada por interacciones con el disco protoplanetario, el disco de gas y polvo a partir del cual se forman los planetas. A medida que un Júpiter caliente migra hacia adentro, pierde momento angular y su órbita se vuelve más pequeña y excéntrica.
La proximidad de los Júpiter calientes a sus estrellas anfitrionas puede tener varios efectos en sus atmósferas y superficies. La intensa radiación estelar puede provocar que la atmósfera de un Júpiter caliente desaparezca, dejando tras de sí un núcleo rocoso. En algunos casos, la atmósfera puede calentarse a temperaturas tan altas que se ioniza, creando una "corona caliente de Júpiter".
Las fuertes fuerzas gravitacionales ejercidas por los Júpiter calientes también pueden afectar la rotación de sus estrellas anfitrionas. La atracción gravitacional de un Júpiter caliente puede hacer que la estrella se tambalee o "se tambalee", lo que puede detectarse mediante mediciones precisas de la velocidad radial de la estrella. Este método se utiliza comúnmente para detectar la presencia de Júpiter calientes orbitando estrellas.
Los Júpiter calientes son importantes objetos de estudio para los astrónomos porque proporcionan información sobre la formación y evolución de los sistemas planetarios. También ofrecen una oportunidad única para estudiar las condiciones extremas que pueden existir en los exoplanetas.