Uno de los principales impulsores de este cambio es el aumento de las temperaturas medias globales, lo que provoca una mayor evaporación de la superficie de la Tierra. Esta humedad adicional en la atmósfera puede provocar precipitaciones más frecuentes e intensas. Además, a medida que la atmósfera se calienta, puede contener más vapor de agua, lo que puede provocar precipitaciones más extremas.
El cambio climático también puede afectar la frecuencia e intensidad de los eventos de precipitación extrema a través de cambios en los patrones de circulación atmosférica. Por ejemplo, algunas regiones pueden experimentar tormentas más frecuentes e intensas debido a cambios en los patrones de las corrientes en chorro, mientras que otras regiones pueden experimentar menos tormentas debido a cambios en los sistemas climáticos.
En general, si bien siempre han ocurrido episodios de precipitaciones extremas, hay pruebas de que el cambio climático está provocando un aumento de la frecuencia e intensidad de esos fenómenos en muchas partes del mundo. Comprender estos cambios y sus posibles impactos es importante para los esfuerzos de planificación y adaptación destinados a reducir los riesgos asociados con los eventos de precipitación extrema.