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  • Los desafíos éticos de la identidad digital

    Crédito:CC0 Public Domain

    El RGPD entró en vigor recientemente, confirmando el papel de Europa como ejemplo en la protección de datos personales. Sin embargo, no debemos permitir que nos disuada de examinar cuestiones de identidad, que se han redefinido en esta era digital. Esto significa pensar críticamente sobre las principales cuestiones éticas y filosóficas que van más allá de la simple cuestión de la protección de la información personal y la privacidad.

    La política de protección de datos actual hace hincapié en los derechos de la persona. Pero no evalúa la forma en que nuestro libre albedrío se ve cada vez más restringido en entornos cada vez más complejos tecnológicamente, y menos aún los efectos de la metamorfosis digital sobre el proceso de subjetivación, o el autodevenir del individuo. En estos textos, más a menudo que no, consideramos el sujeto como ya constituido, capaz de ejercer sus derechos, con su propio libre albedrío y principios. Y todavía, la característica de la tecnología digital, como se propone aquí, es que contribuye a crear una nueva forma de subjetividad:redistribuir constantemente los parámetros de coacción e incitación, creando las condiciones para una mayor maleabilidad individual. Esbozamos este proceso en el trabajo Les identités numériques en tension (Identidades digitales en tensión), escrito bajo la Cátedra de Valores y Políticas de Información Personal en IMT.

    Los recursos establecidos por el GDPR son claramente necesarios para apoyar la iniciativa individual y la autonomía en la gestión de nuestras vidas digitales. Sin embargo, las mismas nociones de consentimiento del usuario y control sobre sus datos en las que se basa el movimiento actual son problemáticas. Esto se debe a que hay dos formas de pensar, que son distintos, pero coherentes entre sí.

    Nueva visibilidad para las personas

    Los usuarios de Internet parecen ser más conscientes de las huellas que dejan, de buena gana o no, durante su actividad en línea (metadatos de conexión, por ejemplo). Esto puede servir como apoyo para el enfoque basado en el consentimiento. Sin embargo, esta dinámica tiene sus límites.

    Primeramente, el creciente volumen de información recopilada hace que la noción de control y consentimiento sistemático del usuario sea poco realista, aunque sólo sea por la sobrecarga cognitiva que induciría. También, cambios en la naturaleza de los métodos técnicos de recolección, como lo demuestra el advenimiento de los objetos conectados, ha llevado al aumento de sensores que recopilan datos incluso sin que el usuario se dé cuenta. El ejemplo de la videovigilancia combinada con el reconocimiento facial ya no es una mera hipótesis, junto con el conocimiento que los operadores adquieren a partir de estos datos. Esta es una especie de capa de identidad digital cuyo contenido y varios usos posibles son completamente desconocidos para la persona de la que proviene.

    Qué es más, hay una fuerte tendencia a los actores, tanto del gobierno como del sector privado, querer crear un descripción exhaustiva del individuo, hasta el punto de reducirlos a una larga lista de atributos. Bajo este nuevo régimen de poder, lo que es visible se reduce a lo que se puede registrar como datos, la provisión de seres humanos como si fueran simples objetos.

    La ambigüedad del control

    El segundo enfoque en juego en nuestras sociedades ultramodernas se refiere a la aplicación de este paradigma basado en la protección y el consentimiento dentro de los mecanismos de una sociedad neoliberal. La sociedad contemporánea combina dos aspectos de la privacidad:considerar al individuo como permanentemente visible, y como responsable individual de lo que se puede ver sobre ellos. Este conjunto de estándares sociales se refuerza cada vez que el usuario da (o se opone) su consentimiento para el uso de su información personal. En cada iteración, el usuario refuerza su visión de sí mismo como autor y responsable de la circulación de sus datos. También asumen el control de sus datos, aunque esto no sea más que una ilusión. Especialmente asumen la responsabilidad de calcular los beneficios que puede traer compartir datos. En este sentido, la creciente y estricta aplicación del paradigma del consentimiento puede estar correlacionada con la percepción de que el individuo se convierte en algo más que un objeto de visibilidad casi total. También se convierten en un agente económico racional, capaz de analizar sus propias acciones en términos de costos y beneficios.

    Esta dificultad fundamental significa que los desafíos futuros para las identidades digitales implican algo más que proporcionar un control más explícito o un consentimiento más esclarecido. Se necesitan enfoques complementarios, probablemente relacionado con las prácticas de los usuarios (no simplemente con sus "usos"), con la condición de que tales prácticas generen estrategias de resistencia para eludir la necesidad de una visibilidad y definición absolutas del individuo como agente económico racional.

    Estas prácticas digitales deberían animarnos a mirar más allá de nuestra comprensión del intercambio social, ya sea digital o de otro tipo, bajo el régimen de cálculo de beneficios potenciales o factores externos. De este modo, los desafíos de las identidades digitales superan con creces los desafíos de proteger a las personas o los de los "modelos de negocio", en cambio, afecta la forma misma en que la sociedad en su conjunto entiende el intercambio social. Con esta perspectiva, debemos confrontar la ambivalencia y tensión inherentes a las tecnologías digitales mirando las nuevas formas de subjetivación involucradas en estas operaciones. Una forma más responsable de gobernanza de datos puede surgir de un ejercicio analítico de este tipo.

    Este artículo se ha vuelto a publicar de The Conversation con una licencia de Creative Commons. Lea el artículo original.




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