Un grupo de investigación dirigido por el profesor emérito Michio Homma (él, él) y el profesor Seiji Kojima (él, él) de la Escuela de Graduados en Ciencias de la Universidad de Nagoya, en colaboración con la Universidad de Osaka y el Instituto Nagahama de Biociencia y Tecnología, han realizado nuevos conocimientos sobre cómo se produce la locomoción en las bacterias.
El grupo identificó la molécula FliG en la capa flagelar, el "motor" de las bacterias, y reveló su papel en el organismo. Estos hallazgos sugieren formas en las que los futuros ingenieros podrían construir nanomáquinas con control total sobre sus movimientos. Publicaron el estudio en iScience .
A medida que las nanomáquinas se vuelven más pequeñas, los investigadores se inspiran en organismos microscópicos para encontrar formas de hacerlas moverse y operar. En particular, el motor flagelar puede girar en sentido horario y antihorario a una velocidad de 20.000 rpm. Si se ampliara, sería comparable a un motor de Fórmula Uno con una eficiencia de conversión de energía de casi el 100% y la capacidad de cambiar su dirección de rotación instantáneamente a altas velocidades. Si los ingenieros pudieran desarrollar un dispositivo como un motor flagelar, aumentaría radicalmente la maniobrabilidad y la eficiencia de las nanomáquinas.
Los motores flagelares de las bacterias tienen un rotor y un componente estacionario que lo rodea, conocido como estator. Si el flagelo fuera parte de un automóvil, el estator sería el motor. La rotación del estator se transmite al rotor como un engranaje, lo que hace que el rotor gire. Dependiendo de la rotación, la bacteria se mueve hacia adelante o hacia atrás, como un automóvil automático con marcha atrás y ajustes de conducción. Un complejo proteico llamado anillo C controla este movimiento.