Curiosa por esta extraña transformación, Shelly decidió preguntarle al viejo y sabio búho que vivía en el bosque cercano. Emprendió un viaje, navegando a través de la hierba alta y evitando al astuto zorro que deambulaba por la zona.
Cuando finalmente llegó al árbol del búho, Shelly le explicó su preocupación. El búho, con su mirada cómplice, escuchó pacientemente y luego comenzó a contar un cuento.
"Hace mucho, mucho tiempo", comenzó el búho, "los caracoles no tenían caparazones enrollados. Todos eran lisos y redondos, como solían ser los tuyos. Pero un día, una gran tormenta azotó la tierra, trayendo consigo fuertes vientos. y lluvias torrenciales."
"Los caracoles, atrapados en la furia de la tormenta, fueron sacudidos y girados en todas direcciones. Sus frágiles caparazones fueron golpeados por los implacables vientos, y comenzaron a agrietarse y romperse".
"En un momento de desesperación, un caracol tuvo una idea. Enroscó su cuerpo en una espiral apretada, creando una barrera protectora contra la tormenta. Su caparazón, aunque dañado, logró resistir las duras condiciones".
"La noticia de la supervivencia de este inteligente caracol se extendió rápidamente, y pronto, todos los demás caracoles comenzaron a adoptar esta técnica de enrollado. Con el tiempo, sus caparazones evolucionaron y se enrollaron permanentemente, ofreciéndoles protección contra futuras tormentas y depredadores".
"Entonces, querida Shelly", concluyó el búho, "tu caparazón enrollado es un testimonio de la resistencia y adaptabilidad de tus antepasados. Es un recordatorio de las tormentas que resistieron y de la sabiduría que transmitieron de generación en generación".
Llena de asombro y gratitud, Shelly agradeció al sabio búho y regresó al prado. A partir de ese día, llevó con orgullo su caparazón enrollado, símbolo de la fuerza y la supervivencia de sus antepasados.