Además de clorofila, las hojas también contienen otros pigmentos, como carotenoides y antocianinas. Los carotenoides absorben la luz azul y violeta y reflejan la luz amarilla, naranja y roja. Las antocianinas absorben la luz azul, verde y violeta y reflejan la luz roja, violeta y azul. La presencia y las cantidades relativas de estos diferentes pigmentos determinan el color general de una hoja.
El color de las hojas también puede verse afectado por factores ambientales, como la intensidad de la luz, la temperatura y la disponibilidad de agua. Por ejemplo, las hojas que están expuestas a altos niveles de luz solar pueden producir más clorofila para maximizar la fotosíntesis. Las hojas que se cultivan en climas fríos pueden producir más antocianinas, que ayudan a proteger las hojas del daño de las heladas.
La historia evolutiva de las plantas con semillas se puede rastrear a través del registro fósil de las hojas. Las primeras plantas con semillas, que aparecieron hace unos 360 millones de años, tenían hojas simples que probablemente eran de color verde. Con el tiempo, las hojas se volvieron más complejas en forma y estructura y desarrollaron una variedad más amplia de colores. Se cree que esta diversificación del color de las hojas fue impulsada por una serie de factores, incluidos los cambios en el medio ambiente, la competencia por la luz y la evolución de nuevas interacciones entre plantas y animales.
Al estudiar el color de las hojas, los científicos pueden aprender más sobre la historia evolutiva de las plantas con semillas y los factores que han dado forma a su diversidad. El color de las hojas también se puede utilizar para identificar diferentes especies de plantas y comprender cómo responden las plantas a su entorno.