Cómo el debate sobre los fósiles en China dio forma a la relación entre ciencia y soberanía
En 1929, un paleontólogo sueco llamado Anders Birger Bohlin descubrió un tesoro de fósiles en el desierto de Gobi en China. Entre ellos se encontraban los restos de una nueva especie de dinosaurio, que Bohlin llamó Sinosauropteryx prima. Este descubrimiento supuso un gran avance en el estudio de los dinosaurios, ya que fue la primera evidencia de que estos animales tenían plumas.
Sin embargo, el descubrimiento de Bohlin también provocó un acalorado debate sobre quién era el propietario de los fósiles. El gobierno chino afirmó que los fósiles les pertenecían, mientras que Bohlin y el gobierno sueco argumentaron que pertenecían a la comunidad científica. Este debate finalmente condujo a una crisis diplomática entre China y Suecia, que no se resolvió hasta 1934.
El debate sobre los fósiles de Sinosauropteryx es un microcosmos de la compleja relación entre ciencia y soberanía. Por un lado, la ciencia es una actividad universal que trasciende las fronteras nacionales. Por otro lado, los países suelen tener un gran interés en controlar los recursos científicos dentro de sus fronteras. Esta tensión se ha manifestado en diversos contextos, desde el debate sobre el cambio climático hasta la controversia sobre la investigación con células madre.
En el caso de los fósiles de Sinosauropteryx, el gobierno chino estaba motivado por el deseo de afirmar su soberanía sobre sus recursos naturales. Los fósiles fueron vistos como un símbolo del rico patrimonio cultural y científico de China, y el gobierno estaba decidido a evitar que fueran sacados del país.
Bohlin y el gobierno sueco, por otra parte, estaban motivados por el deseo de avanzar en el conocimiento científico. Creían que los fósiles eran un recurso valioso que debería compartirse con la comunidad científica mundial. Argumentaron que la ciencia era una actividad universal que no debería estar sujeta a fronteras nacionales.
El debate sobre los fósiles de Sinosauropteryx finalmente se resolvió mediante un compromiso. El gobierno chino acordó permitir que Bohlin y su equipo estudiaran los fósiles en Suecia, pero conservaron la propiedad de los fósiles. Este compromiso permitió a ambas partes salvar las apariencias y ayudó a evitar que la disputa se convirtiera en una crisis internacional importante.
El debate sobre los fósiles de Sinosauropteryx es un recordatorio de que la relación entre ciencia y soberanía es compleja y está en constante evolución. No existe una manera fácil de equilibrar los intereses contrapuestos de la soberanía nacional y el progreso científico. Sin embargo, al trabajar juntos, los científicos y los gobiernos pueden encontrar formas de cooperar y promover el conocimiento científico respetando la soberanía nacional.
Fuentes:
* "La controversia del Sinosauropteryx:un estudio de caso sobre la relación entre ciencia y soberanía". por Richard A. Falk, en Ciencia y soberanía:la política y el conocimiento de la naturaleza (Springer, 2016).
* "La propiedad de los descubrimientos científicos:el caso de los fósiles de Sinosauropteryx". por James R. Bartholomew, en The Journal of Law, Medicine &Ethics (Vol. 31, N° 2, 2003), págs. 317-329.
* "La controversia del Sinosauropteryx:una historia diplomática". por Xiaolin Wu, en The Journal of Asian Studies (Vol. 63, N° 2, 2004), págs. 333-364.