El humo de las fábricas representa una amenaza existencial para el medio ambiente y la salud humana. A lo largo de los años, diferentes gobiernos de todo el mundo han ordenado acciones para reducir el nivel de emisiones tóxicas de los procesos industriales, como la reducción de la cantidad de sustancias químicas nocivas utilizadas en estos procesos y la utilización de tecnologías para capturarlas antes de que los productos químicos entren en la atmósfera terrestre. En los Estados Unidos, la Agencia de Protección Ambiental puede exigir reglas para las emisiones químicas de las numerosas fábricas del país, aunque otros países tienen diferentes grados de regulación sobre estas emisiones. China, por ejemplo, sigue siendo uno de los mayores productores de CO2 en el mundo. Desde 1990, la EPA ha impuesto regulaciones a más de 174 industrias, incluidas fábricas de acero, fabricantes aeroespaciales y plantas químicas.
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Variando grados en todos los países, existen regulaciones que limitan la cantidad de químicos dañinos liberados en los procesos industriales. Dos tácticas para reducir estas emisiones incluyen el uso de materiales más limpios y más ecológicos e instalar tecnologías de secuestro de carbono que eliminen los químicos de las chimeneas de una fábrica.
¿Qué es la contaminación por humo?
Diferentes industrias a través el mundo utiliza diferentes materiales y productos químicos para fabricar sus productos. Por ejemplo, el sector de la energía en los Estados Unidos usa carbón, un medio para generar electricidad que es particularmente perjudicial para los humanos y el medio ambiente. En 2014, la industria de la energía del carbón de los Estados Unidos lanzó al aire 41,2 toneladas de plomo, 9,332 libras de cadmio, 576,185 toneladas de monóxido de carbono y 77,108 libras de arsénico. Esta lista no exhaustiva incluye numerosos efectos secundarios nocivos para los seres humanos, como el cáncer, las enfermedades cardíacas y la bronquitis. La lista también contiene dióxido de azufre y mercurio, que pueden causar lluvia ácida y hacer que los peces sean venenosos para los humanos, respectivamente. Muchos de estos químicos también actúan como gases de efecto invernadero, que contribuyen al cambio climático provocado por el hombre.
Industrias que se vuelven verdes
Parte de los esfuerzos del gobierno para reducir la contaminación del aire industrial implica alentar o hacer cumplir las fuentes de energía en lugar de carbón y combustibles fósiles. Alrededor del 85 por ciento de la energía de los Estados Unidos proviene de combustibles fósiles, en lugar de recursos relativamente limpios y renovables como la energía solar o eólica. Otras industrias, como la creación de productos químicos en las fábricas, pueden liberar gases de efecto invernadero similares a los del sector de la energía, aunque con una gran cantidad de productos químicos peligrosos liberados, como el formaldehído. Si bien las nuevas tecnologías permiten que estas plantas utilicen materiales diferentes y potencialmente menos dañinos, a las industrias les puede resultar difícil usar recursos respetuosos con el medioambiente, ya que es, en gran medida, más fácil utilizar sus contrapartes dañinas que tienen un largo historial de uso industrial. Otras compañías, como tales, podrían superar económicamente a las empresas ambientalmente conscientes.
Programas de secuestro químico
Las tecnologías más nuevas, a veces llamadas "depuradoras", filtran el carbono de los gases liberados durante los procesos industriales. Las empresas que siguen esta práctica, entonces, toman los gases de efecto invernadero secuestrados y los colocan en áreas donde su daño se ve disminuido, como en las profundidades de la tierra. Algunos científicos abogan por aplicar esta táctica a otros productos químicos liberados durante la fabricación. Dicho esto, esta estrategia no es barata y puede aumentar el costo de numerosos bienes y servicios de consumo, como la energía.