Los zarigüeyas, como los canguros, son marsupiales, mamíferos con bolsitas en las que las madres amamantan y transportan a sus crías. De hecho, son los únicos marsupiales indígenas de América del Norte. Como especie, también datan de la era de los dinosaurios. Con una historia tan larga, las zarigüeyas se han adaptado para sobrevivir en muchos entornos a través de una variedad de estrategias.
Alimentos
Los zarigüeyas son omnívoros, capaces de vivir en una amplia gama de alimentos. Cazan presas pequeñas, como pájaros, insectos, ratones y serpientes, y también se alimentan de carroña. Además, hurgan en la basura humana, comen comida para mascotas y buscan pasto, frutas y nueces.
Defensa
Como la frase "zarigüeya jugando" indica, las zarigüeyas son expertas en rodar sobre su lados y pretendiendo estar muertos cuando los depredadores, incluidos zorros, coyotes, perros y gatos, se acercan. Este comportamiento frustra el instinto del depredador de matar, a menudo preservando la vida de la zarigüeya. Otros mecanismos de defensa incluyen producir una cantidad masiva de babas, hacer que la zarigüeya parezca enferma, y abrir la boca en un gruñido, mostrando amenazadoramente sus 50 dientes.
Reproducción
Los zarigüeyas tienen una mortalidad infantil alta y corta vida útil, con un promedio de uno a cuatro años. Para compensar, se reproducen rápidamente. Las hembras pueden dar a luz tres veces al año a camadas de hasta 20 jóvenes.
Arboreal
Los zarigüeyas son expertos escaladores de árboles, poseen garras afiladas, patas traseras equipadas con pulgares oponibles y colas prensiles que puede aferrarse a las ramas y ayudar al animal con equilibrio. Además de encontrar alimento y refugio en el ambiente arbóreo, las zarigüeyas escapan de muchos de sus depredadores naturales en los árboles.
Resistencia a la rabia
Mientras que las zarigüeyas no son inmunes a la rabia, lo atrapan lejos con menos frecuencia que la mayoría de los demás animales salvajes. Según la Sociedad Opossum de los Estados Unidos, sus temperaturas promedio, que oscilan entre 94 y 97 grados Fahrenheit, pueden contribuir a su resistencia porque sus cuerpos son demasiado fríos para que la enfermedad sobreviva.