Cuando la luz (energía radiante) incide en una célula solar, crea una corriente eléctrica. Esto sucede debido a la interacción entre los fotones de la luz y los electrones del material semiconductor de la célula solar. El efecto fotovoltaico genera una fuerza electromotriz (EMF) que permite a la célula producir una corriente eléctrica.
Las células solares suelen estar hechas de silicio, un material semiconductor sensible a la luz. Cuando la luz solar incide sobre el silicio, libera electrones de sus átomos, creando un flujo de electrones y generando una corriente eléctrica. Luego, la corriente se dirige a través de cables conductores conectados a la célula solar para producir energía eléctrica utilizable.
La cantidad de energía eléctrica producida depende de varios factores, como la eficiencia de la célula solar, la intensidad de la luz solar y la superficie de la célula solar expuesta a la luz. La eficiencia de las células solares varía, pero las mejores células solares disponibles comercialmente pueden alcanzar eficiencias de alrededor del 20%, lo que significa que el 20% de la energía radiante del sol se convierte en energía eléctrica.
Los sistemas fotovoltaicos, que constan de múltiples células solares conectadas entre sí y montadas en paneles, se utilizan a menudo para generar electricidad a partir del sol. Estos sistemas pueden variar desde instalaciones en tejados a pequeña escala para uso residencial hasta granjas solares a gran escala que generan electricidad para fines comerciales e industriales.