Por ejemplo, los combustibles fósiles son un tipo de energía química que se deriva de restos de plantas y animales que vivieron hace millones de años. Cuando se queman estos combustibles, los enlaces químicos entre los átomos de carbono e hidrógeno se rompen y se libera energía química. Sin embargo, la oferta de combustibles fósiles es finita y una vez que se agotan, no pueden ser reemplazados.
Otros tipos de energía química incluyen baterías y pilas de combustible. Estos dispositivos almacenan energía química en forma de enlaces químicos entre diferentes materiales. Cuando estos enlaces se rompen, se libera energía química. Sin embargo, el suministro de materiales que se pueden utilizar para fabricar baterías y pilas de combustible también es finito y una vez que se agotan, no se pueden reemplazar.
Por tanto, la energía química no es un recurso inagotable y su uso debe gestionarse con cuidado para garantizar que esté disponible para las generaciones futuras.